El mundo es grande y tu reino es gigantesco. Ya no es un reino en realidad, es un imperio. Lo que te convierte en emperador. Esto te da derecho a una mejor silla, además de que puedes ponerle tu nombre a una ensalada. No es fácil ser emperador. El día empieza temprano, cuando enciendes la llama sagrada; luego son horas de reuniones de comité, tratando de establecer exactamente por qué la llama sagrada sigue apagándose. A veces tus ejércitos toman el control de un continente y simplemente no tienes idea de dónde ponerlo. Y existe el riesgo de asesinato; tienes un catador de alimentos, que prueba cualquier cosa antes de que la comas, y un probador de dagas, que se deja apuñalar por cualquier cosa antes de que te apuñale a ti. Has adoptado la costumbre de quedarte en casa cuando hay idus de cualquier cosa. Aun así, en general es un gran trabajo. No lo cambiarías por nada del mundo, especialmente considerando la gran parte del mundo que ya tienes.